Hay carreras que no solo se estudian, se viven. Medicina Veterinaria en la Universidad Católica de Cuenca es una de ellas. Aquí no pasas los días solo entre libros y teorías, sino que aprendes rodeado de vida.
Desde los primeros ciclos, los estudiantes pisan laboratorios, clínicas y la granja experimental. No se trata de observar desde lejos, sino de participar, tocar, escuchar y entender. En la Clínica Veterinaria, por ejemplo, asisten a consultas reales con perros y gatos, aprenden sobre anestesia, cirugía y diagnóstico; en el Laboratorio de Reproducción Animal, descubren cómo aplicar biotecnologías que mejoran la salud y productividad de diferentes especies; y en la Granja Experimental, se conectan con el manejo diario de aves, bovinos, abejas y cuyes, entendiendo de cerca lo que significa bienestar animal.
Cada espacio tiene un propósito: formar profesionales que no solo sepan curar, sino también observar, analizar y cuidar con ética y sensibilidad. La carrera combina tecnología, investigación y práctica, pero sobre todo, humanidad.
Y tal vez eso sea lo que la hace diferente: que, en cada clase, en cada práctica y en cada proyecto, se recuerda que la Medicina Veterinaria no es solo una ciencia, sino una manera de proteger la vida.










